Después de que el pasado 13 de octubre la Academia Sueca lo premiara con el Premio Nobel de Literatura “por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción”, Bob Dylan, 16 días después, ha aceptado el premio. Eso sí, todavía no ha confirmado si asistirá a la ceremonia.
Ya en el año 2007 no acudió a recoger el Premio Príncipe de Asturias, ni en 2008 el Pulitzer; los días en los que fueron dichas ceremonias Bob tenía conciertos programados. Pero, a día de hoy, no aparece ningún concierto en su agenda para el día 10 de diciembre, fecha en el que se celebrará la entrega de premios Nobel. El de Minnesota ha contestado a la secretaria permanente de la Academia Sueca que fue “un honor” recibir este galardón y que la noticia le dejó “sin palabras”.
La polémica está servida, es la primera vez que un cantante recibe el máximo galardón de las letras internacionales y algunas voces del mundo literario se han alzado en contra. Los críticos atribuyen este premio al afán de espectáculo de la Academia Sueca debido a la disminución de interés por la cultura general en la literatura. Y recriminan que, precisamente por este desinterés, los premios literarios son más importantes que nunca y, apoyando a un novelista o poeta, afirmarían que la ficción y la poesía son todavía importantes. Este año nadie irá corriendo a las librerías para comprar la obra del Premio Nobel de Literatura, irán a las tiendas de discos. Quienes han apoyado la decisión de la Academia Sueca, aplauden que con este premio se ha roto la división que existe entre el reconocimiento de las obras artísticas populares y las de alta cultura.
Canciones como “Like a Rolling Stones”, considerada la mejor composición de la historia del rock, fue descrita por el poeta estadounidense David Henderson como “una epopeya”. Para muchos, la obra de Bob Dylan está considerada como un legado literario influyente. Su conjugación de música y poesía ha creado escuela, influyendo a gran parte de la música contemporánea, llegando a varios miles de personas y siendo reflejo del espíritu de una época que busca respuestas. Y es que hay poemas que nacieron para ser leídos, otros recitados y otros cantados.
Si finalmente no acude a recoger su premio, no sería el primero en hacerlo. El primero en rechazarlo fue el escritor ruso Boris Pasternak, obligado por las autoridades soviéticas en 1958, aunque posteriormente lo aceptó. El segundo fue Jean Paul Sartre en el 1964 ya que el filósofo y escritor rehusaba cualquier tipo de distinción.
Y es que, ¿hay algo más rockero que no recoger un Nobel? En los 70 el Bob Dylan decía sobre sí mismo: “No me llamo poeta porque no me gusta la palabra. Soy un artista del trapecio”. ¿Seguirá pensando lo mismo? El próximo 10 de diciembre saldremos de dudas, permanezcan atentos.