Que la realidad supera la ficción es un dicho conocido por todos. También por los guionistas que escriben las historias que vemos en la pequeña y gran pantalla. Observando nuestra realidad, pocos lugares están sin descubrir, pero hay uno que todavía queda por explotar: El Estrecho de Gibraltar. Daniel Monzón exprime la aventura del narcotráfico en esta zona en su última película, El Niño. Otras ficciones como El Príncipe o el film francés The Informant recurren al narcotráfico asociado a este territorio para ambientar sus historias.
En Cádiz se interviene el 25% de la droga que se incauta en España y el 50% del hachís reclutado. El Estrecho de Gibraltar es la puerta de la droga europea. Las cifras lo demuestran. Por esta zona, entra el 80% del hachís que se consume en Europa. A pesar de estos datos, quedan muchas historias por descubrir sobre todo estas que, por alguna razón, no han sido contadas hasta ahora.
Una de las más recientes tiene como protagonista a un narcotraficante diferente. “La mayoría de las películas de narcotráfico muestran a unos series épicos norteamericanos llenos de tópicos. Gente violenta, atormentada, cocainómana… Nosotros lo percibimos desde un lado más humano”, comenta Daniel Monzón, director de la exitosa Celda 211, que estuvo ocho meses en el sur de España junto a su guionista, Jorge Guerricaechevarría, empapándose de un ambiente muy diferente al contado. Ambiente que le dio el tono de su próxima película, El Niño. Y así es el protagonista de esta historia, un adolescente al que le llaman El Niño “porque le gusta jugar”. Dieciséis kilómetros de agua separan África de Europa, dieciséis kilómetros que este joven recorre con su lancha alcanzando los ochenta nudos por hora para transportar hachís. “Nosotros nos encontramos con chavales con una gracia incuestionable, con el gracejo propio de Cádiz, divertidísimos y con una simpatía especial. No podías evitar que te cayesen bien”, comenta.
De esta manera, El Niño es una película sobre narcotráfico diferente, “a la española”. Cuenta la realidad tal y como la percibieron durante sus investigaciones. “Aunque está dramáticamente orquestado, todo lo que aparece en la película ha sido contado por cientos de voces”, explica Monzón.
Unas investigaciones que también se centraron en el otro bando, el de la policía. Agentes de la ley que se enfrentan día a día a algo imparable, el narcotráfico en la puerta de Europa, Algeciras. Dedican su vida a algo que, por desgracia, va a peor. “El futuro no es halagüeño”-comenta el director de El Niño-, “Ya está entrando en juego la cocaína que es mucho más peligrosa y violenta. El trato hogareño entre delincuente y policía se está tambaleando”. Un tema constante en este tipo de películas es el de la corrupción policial. Contemplando el panorama, Daniel Monzón lo tiene claro. “Son pocos los corruptos”. Y es que los policías se enfrentan a una constante tentación, ven pasar millones de euros delante de sus narices cuando muchos son divorciados, con un sueldo limitado y, sobre todo, con graves problemas emocionales. “No he podido averiguar hasta dónde se ramifica la corrupción, lo más alto que he llegado ha sido a localizar a un director del puerto de Barcelona que estaba directamente implicado con la organización del narcotráfico”, explica. Dos caras de una misma moneda conviviendo juntos día y noche. “El Niño es una fábula moral. Todos actúan ante esa tentación de una forma diferente. Es un fresco de lo que ocurre en la zona”, concluye.
Un mural que recoge historias poco contadas. “Es una zona apasionante, casi virgen para el cine”, declara Monzón. “Es una realidad que está en España que apenas he oído contada ni en una película ni en un periódico. Parece una realidad vox populi que se quiere mantener oculta”. Un hallazgo similar tuvieron César Benítez y Aitor Gabilondo, creadores y guionistas de la exitosa serie El Príncipe. “Leímos un artículo en el que hablaban del conflictivo barrio de El Príncipe, en Ceuta. Era el escenario perfecto para una serie… nos resultaba tan atractivo que nos parecía imposible que no se hubiera hecho nada antes”, comenta Gabilondo. Y es que al otro lado del Estrecho, al norte de África, también hay muchas historias que contar. “Es lamentable que ocurran estas cosas en una ciudad española pero para una ficción es una mina de oro”, añade.
En el sur de España, las redes del narcotráfico son peligrosas pero el ambiente es mucho más suave que lo que se vive en Marruecos. En esta zona se produce el hachís que se consume en España y en el resto de Europa. Pero el hallazgo más interesante de El Príncipe en cuanto a este tema es mucho más oscuro. “La serie hace una gran aportación al género, ya que habla de la relación entre las redes de narcotráfico y las redes de yihadismo. Que yo sepa, esto no se había contado y se trata de un vínculo muy estrecho. Mucha de la cocaína y de la heroína que se consume en Europa llega por el Sahel, que es una zona controlada por radicales yihadistas. Además, el narcotráfico financia el yihadismo, por lo que el control es total”, explica Gabilondo.
Pero estos dos productos no son los únicos que recogen este tema. La película francesa, The Informant, de Julen Leclercq, que aunque está ambientada en la década de los 80, tiene como protagonista a un informador francés sobre operaciones de tráfico de drogas en el Estrecho. La tv-movie La balada del Estrecho, dirigida por Jaime Botella en 2007 o la serie La reina del sur, también tienen como telón de fondo el tráfico de drogas en el Estrecho.
Cientos de personajes, de historias, de seres anónimos que podrían ser protagonistas de otras muchas tramas. Muchas realidades por contar. Desde los puntos, jóvenes que cobran mil euros por esperar atentos a que salga el helicóptero de la Guardia Civil para avisar a los narcotraficantes, hasta una de las historias más duras que nos cuenta Daniel Monzón. “En la frontera de Gibraltar, una mujer iba a pasar con un bebe en brazos. La policía vio algo raro, la paró. Ella estaba muy nerviosa. Al ver al bebé, comprobaron que estaba muerto y que habían llenado su cuerpecito de droga para utilizarlo como escondite”. Una realidad cruel, una realidad diferente de la que se empapa nuestra ficción española.
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